Charlando en torno al mar

Ya lo decía Che Guevara, el mar da el mejor de los consejos: un ruido cuyo significado cada uno interpreta como puede.

 

Los que vivimos en la costa establecemos un vínculo muy especial con el mar, sabiendo que está ahí, con su potente presencia, esperándonos, a pesar de que el ritmo frenético de nuestro día a día nos mantenga más alejados de él de lo que nos gustaría. Aunque no todos nos relacionamos con el mar de la misma manera e incluso aunque ha permanecido igual a pesar del paso de los años, no ha sucedido lo mismo con la forma de disfrutar de él, las costumbres han ido cambiando y se han ido adaptando a los tiempos.

 

Nuestra olecereña Marina, por ejemplo, nos cuenta que ella solía ir a Samil vestida con un camisón, que es como se bañaban las mujeres en aquella época y que le gustaba buscar mejillones y erizos. Samil es una de las playas que más le gustan a nuestros residentes, como a Julita, que solía pasear por la orilla haciendo alguna que otra incursión en el agua o a Mercedes, que iba hasta esta playa con su marido a tomar algo al bar del Balneario. Charo también iba normalmente a Samil acompañada de sus hermanas y Eloy solía ir a nadar con su mujer por las mañanas.

 

Nuestro marinero Eulogio prefería variar y es que… ¡todas las playas le gustan! Es lógico, ha convivido con el mar desde pequeño, su casa familiar en Alcabre estaba totalmente pegada al mar, incluso las olas golpeaban contra ella. A Carlos lo que le gustaba era refrescarse en la orilla de Rodeira y Lola solía ir a merendar con sus hermanas a la playa, pero variaban, a veces iban a Samil, otras a Alcabre y otras al Vao, eso sí, lo de bañarse no le gustaba nada, ella prefería estar sentada y disfrutar del paisaje.

 

Carmen buscaba la comodidad en la playa de A Guía, que le quedaba al lado de casa y María y su familia, que residían en Ourense, alquilaban una casa en O Grove y se recorrían todas las mañanas los 5 kilómetros que les separaban de la playa de A Lanzada para disfrutar, tal y como ella nos cuenta, chapoteando como los perros, ya que el mar le da cierto respeto.

 

Una de las más playeras es Rosa, se las recorría todas y además, ya desde bien pequeña tuvo una fuerte relación con el mar ya que vivía en Bueu, pegadita a la playa. Rosa nos cuenta como era Samil por aquel entonces, todo un paraíso, donde sólo te encontrabas con unas 30 personas como mucho y en vez del paseo y la carretera se podía disfrutar de las dunas y de un robledal. También le gustaban mucho las rocas que hay entre Baiona y A Guarda, solía ponerse allí a tomar el sol y a observar a los pececillos que se acumulaban en las pozas que se formaban. Aunque también nadaba y mucho, ¡le encantaba! La piscina de su hijo Nico, le recuerda al mar, al cual lleva sin ir tres años. Desde aquí nos ofrecemos a cumplir uno de sus deseos, bajar a mojarse los pies a la orilla del mar y que así pueda volver a recordar esa mágica sensación de sentirlo tan cerca.

 

Y a vosotros, ¿ os gusta el mar?

 

*Fotografías de Vigopedia y Todocolección: Playa de Samil, A Guarda desde el Monte Santa Tecla y Samil en los años 70

 

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