Nuestras olecereñas y la Semana Santa

 

Hace poco hemos disfrutado de las vacaciones de Semana Santa, días que normalmente utilizamos para hacer algún viaje o escapada o para descansar, pero hace años la perspectiva de estos días era bastante diferente. La Semana Santa se entendía como un periodo de recogimiento, ayuno y oración.

 

Marina nos cuenta que en Semana Santa toda la gente se confesaba, aunque a ella no era algo que le gustara especialmente debido a las preguntas íntimas que le hacía el cura. Y algo muy típico también era visitar las iglesias de la zona. Marina solo iba a la de San Paio de Navia pero en el caso de Lola y María Peleteiro, visitaban muchas más: Lola nos cuenta que en el Calvario había que recorrer al menos tres iglesias, mientras que en Ourense, de donde es María, había que visitar por lo menos siete.

 

Todas celebraban el domingo de ramos, incluso Silvia, en su Lombardía de origen, en su caso se trataba de una rama de olivo que les daba la iglesia y que luego mucha gente agradecía mediante un donativo. En el pueblo de Marina era el señor Eusebio el que se encargaba de la venta de las ramas de olivo, ya que tenía un olivo muy grande que podaba y cuyas ramas secaba y vendía a cambio de una perra chica. En el Calvario, el barrio de Lola, los ramos se vendían en las puertas de las casas y acompañaban a los niños a bendecirlos, que ese día estrenaban ropa. En Ribas de Sil (Lugo), Isaura y el resto de vecinos cogían los ramos en el monte, que eran de laurel, como los que utilizaba en Ourense María Peleteiro, donde todos los niños competían por llevar el ramo más grande que antes habían bendecido en misa y además, ese día disfrutaban de un buen brazo de gitano, un dulce que a María le gustaba mucho.

 

Y es que a pesar de no poder comer carne los viernes, sí se disfrutaba de ricos dulces como el famoso roscón. La madre de María Peleteiro pasaba la noche haciendo roscones para regalárselos a los familiares y amigos. En Italia, Silvia disfrutaba de un dulce llamado colomba que estaba hecho con una masa similar al panetone. Nosotros esta Semana Santa hemos podido disfrutar de los ricos roscones de Lolecha, a la que le sigue encantando prepararlos para sus compañeros.

 

En general se asistía mucho a las iglesias y a la vigilia, se evitaban los excesos y no había muchas procesiones, normalmente solo una. Y no se escuchaba una campana en toda la Semana Santa, salvo el domingo de gloria, día en el que se celebraba la resurrección y en el que el sonido de las campanas resonaba con fuerza. Pero también había distintas tradiciones según el pueblo o la zona. Marina nos cuenta que en San Paio no te podías peinar los viernes ya que la virgen tampoco se peinaba para no tirar de los cabellos. En la zona de Isaura cada año le tocaba a un pueblo encargarse de limpiar y dejar la iglesia bien bonita para la Semana Santa y el sábado bendecían el agua que después los vecinos iban a buscar a la iglesia y que luego guardaban en sus casas.

 

Y vosotros, ¿qué recuerdo tenéis de la Semana Santa de vuestra infancia?

 

 

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