El poder de la música a través de las generaciones

AcordeonEl viernes día 11 de Octubre, la semana pasada, tuvimos una sorpresa muy especial en O Lecer; de esas sorpresas que te hacen ver lo maravillosas que podemos llegar a ser las personas.

Como un viernes cualquiera, por la tarde nos disponíamos a leer el periódico y hacer gimnasia, cuando sonó el timbre como otras tantas veces al día. Pero esta vez era una visita más que inesperada. Allí estaba nuestra compañera de trabajo Dolores Abalde, su hija y su nieto, acompañando a 3 vecinas de la zona. ¿Cuál era el motivo de su presencia? Deleitarnos con un concierto a dúo de acordeón.

Estupendo!! Qué sorpresa tan bonita!! En un minuto montamos una improvisada sala de actuaciones. Sillas y sillones para todos, pista de baile, atril para la partitura… en fin, un evento en condiciones 😉 . Y casi sin darnos cuenta, teníamos en nuestras manos por un lado, una maravillosa sesión de músicoterapia – con todos mis respetos hacia los musicoterapeutas y su precioso y respetado trabajo – y por otro lado la oportunidad de ver la forma en que vivimos diferentes generaciones el mismo concierto. Un niño de 2 años, adultos de 30 y tantos, señoras maduras cerca de los 60 y nuestros residentes de 70 y más años, todos vivimos la música como algo totalmente inherente al ser humano desde el lado más puro, primitivo y emocional de nuestro ser.

Creedme si os digo que la atmósfera que se creó fue preciosa. Os cuento los ingredientes:

Nuestras concertistas fueron 2 vecinas que de forma voluntaria se ofrecieron para sorprendernos con su recital de música popular. Ambas empezaron sus clases de acordeón a una edad adulta, una de ellas a partir de los 60 años, todo un ejemplo de motivación y superación que nos cautivó. Y aún más mérito tiene, si cabe, el cariño con el que nos dedicaron cada una de las notas que tocaron.

acordeonEl nieto de nuestra compañera no paró de bailar y de amenizar la fiesta, sacando a bailar a nuestras residentes, una por una. Lo cual arrancó, aún más, las sonrisas de todas ellas, las ganas de bailar, de acompañar con las palmas y de cantar.

A nuestras residentes les costó un poco en un principio adaptarse a lo que estaba ocurriendo pero a medida que pasaban los minutos empezaron a vivir esta experiencia de forma muy emocional. La música sacó de ellas lo que necesitaban mostrar.

Hubo lágrimas de emoción, mucha emoción, por reminiscencia de otros tiempos vividos, en estos casos resultó ser una válvula de escape para desahogar sus penas.

Para otras supuso conectar con el medio y con lo que le rodea y mover las manos y pies al son de la música como hacía tiempo que no hacían.

Y las más tímidas terminaron por vencer su timidez, bailando, cantando y tocando, bueno, chascarreando, otros instrumentos al son de la música. Como bien dijo el filósofo griego Platón: “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo”

A veces te devanas los sesos programando actividades y actuaciones que sean de interés para los residentes y que al mismo tiempo surta un efecto positivo sobre ellos, y al final, cuando menos te lo esperas, de la improvisación y de la buena voluntad de los que te rodean, sale la pócima perfecta.

Espero que os haya gustado nuestra experiencia, sentía la necesidad de compartirla con nuestros seguidores y animaros a que utilicéis la música como medio para llegar al alma y a la esencia, a veces tan escondida, de las personas mayores.

Quiero aprovechar también para agradecer a Dolores Abalde su implicación con el centro y sus residentes y por ayudar a que esta experiencia se llevase a cabo. Y por otro lado, a nuestras vecinas y acordeonistas Ana e Isabel por ser tan buena gente y por compartir su afición con nosotros. Además de a Tere, a Carmiña y a Rocío por acompañarnos en este día y por supuesto, a Alejandro por ser la alegría de la huerta.

Bailar

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