¿En qué sociedad queremos envejecer?


El otro día escuchamos un podcast muy interesante que trataba un tema que debería surgir con frecuencia en nuestras conversaciones diarias y que se resume en una pregunta: ¿en qué sociedad queremos envejecer?

La sociedad en la que vivimos dedica una enorme cantidad de esfuerzos en intentar vivir más tiempo y sin embargo asumimos el envejecimiento como un problema; cuando realmente el envejecimiento es el fluir de la vida, ya que desde que nacemos estamos envejeciendo. Pero nadie quiere ser viejo, ¿por qué ocurre esto?

Forjamos una idea equivocada de nuestra vejez ya desde niños. Una imagen negativa que se convierte en la idea que nos hacemos de nuestra propia vejez. Una imagen reforzada por los medios de comunicación, las películas…y nosotros mismos cuando utilizamos frases como “ya no tengo edad para…” autolimitándonos y dejando de hacer cosas que nos enriquecerían por el simple hecho de que entendemos que hay una especie de fecha de caducidad.

El mayor problema con el que nos encontramos es que los estereotipos vinculados a la edad están socialmente aceptados y muchas veces no los percibimos o simplemente los dejamos pasar. Pues cambiémoslos.

Un cambio en nuestra forma de ver la vejez supondría un avance en muchos sentidos, incluso en la esperanza de vida. En el podcast del que os hablábamos, la doctora Paloma Navas da varios datos que lo demuestran. Un ejemplo que pone es el estudio que un gerontólogo hizo en Ohio en los años 70 y con el cual demostró que tener una visión positiva de la vejez aumenta la esperanza de vida en una media de 7,6 años. Es decir, si pensamos que vamos a envejecer mal, probablemente lo hagamos. 

Esto se explica porque el estereotipo negativo se asocia a la memoria, a cómo llevamos a cabo las pruebas cognitivas e incluso se relaciona con el tamaño del hipocampo. Nuestras ideas influyen en el tamaño del cerebro. 

El envejecimiento no debería ser un problema, ya que realmente llegar a ser viejos es un privilegio. Hemos conseguido una gran longevidad pero no la cuidamos. Debemos esforzarnos en construir una sociedad en la que podamos envejecer con calidad.

¿Y qué hacemos para solucionarlo?

Mejorar el entorno social, por ejemplo, puede ser de una enorme ayuda. Una cohexión social alta favorece que las personas que disfrutan de ello reduzcan en un 40% su riesgo de sufrir un problema cardiovascular. Y es que el entorno es de suma importancia. Que en tu barrio sientas que puedes confiar en tus vecino o que exista un contacto o una charla genera, en todos nosotros y también en los adultos mayores, sensación de seguridad. 

Además, es necesario que las aceras estén bien acondicionadas, que las calles de nuestro barrio sean cómodas y seguras para caminar, de lo contrario, los mayores no van a salir a hacerlo y caminar es un ejercicio fundamental a cualquier edad. Paloma Navas nos indica que si además este paseo se realiza en compañía, disminuye la presión arterial nocturna. 

Otro factor muy importante a tener en cuenta a la hora de avanzar hacia un envejecimiento sano es no ver a los mayores como la clase pasiva, ya que muchos de ellos crean, hacen deporte, participan en actividades de voluntariado o cuidan a otros.

No debemos volcar sobre ellos esos estereotipos. Los estereotipos lastiman, invisibilizan y excluyen. Tienen un impacto tan potente que determinan comportamientos sociales pero también institucionales. Por ejemplo, es muy difícil que una persona mayor consiga financiamiento para un proyecto aunque esté demostrado que los proyectos en los que están implicados adultos mayores tienen mayores posibilidades de éxito. No hay becas, ni convocatorias ni prácticamente ningún apoyo.

Lo mismo ocurre con las ofertas de ocio, para una de cada tres personas mayores sus necesidades de entretenimiento están poco o nada satisfechas. Muchos manifiestan también que si tuvieran la oportunidad seguirían formándose. Las opciones de educación y ocio no están enfocadas hacia las personas mayores.

Debemos perder el miedo a envejecer pero en una sociedad en la que lo más importante es ser joven o parecerlo, esto es difícil de conseguir.

Por eso, si queremos disfrutar plenamente hasta el final de nuestras vidas, debemos buscar soluciones. Esto comienza por pararnos a escuchar a los mayores, tener en cuenta su palabra y su opinión, entender cuáles son sus nuevas necesidades y posibilidades para así cambiar nuestra percepción de la vejez.

Debemos que asumir que tenemos prejuicios, localizarlos y ponerles solución entendiendo que la realidad cambia. Porque como diría la experta en políticas sociales Inés Castro, “cada etapa en la vida tiene su potencial, para descubrirlo tenemos que asumir nuestros estereotipos y contrastarlos con la nueva realidad porque viejos no son los otros, viejos somos nosotros y lo que vamos a ser.”

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